Cultura

Estudiantes de Letras recorren Mar del Plata para describirla con ojos de poeta

Setenta alumnos del Taller de Oralidad y Escritura, materia del primer año de la carrera, salieron a las calles para tomar nota de todo lo visto en distintos puntos de la ciudad. LA CAPITAL publicará una selección de estos textos que invitan a reparar en lo que suele pasar desapercibido. Su docente reflexiona sobre la importancia de redescubrir, desde una mirada poética, nuestro territorio.

Por Rocío Ibarlucía

El aula 17 de la Facultad de Humanidades –la más grande, llamada Rodolfo Walsh– se llenó el 5 de julio pasado de libros artesanales, fanzines, fotocopias, afiches y cartulinas con producciones escritas, una máquina para hacer poemas, un mapa gigante de la ciudad con chinches de colores, una bola para leer el futuro en clave literaria, unicornios inflables, juegos poéticos, lecturas en vivo y performances. Todas estas instalaciones formaron parte de la muestra abierta del Taller de Oralidad y Escritura, materia del primer año de Letras de la Universidad Nacional de Mar del Plata y la única en la que se escribe literatura.

Para Matías Moscardi, doctor en Letras, investigador del Conicet, poeta y docente a cargo de esta cátedra, la lógica es simple: “El budismo dice que no se puede aprender a nadar fuera del agua. Tiene sentido. Un pintor pinta. Un pianista toca el piano. ¡Pero en las materias de Letras no se escribe literatura! Bien pensado, es demencial”.

En 2024, junto con su equipo docente, decidieron cambiar esta tendencia de dejar fuera del programa académico de Letras la producción de textos literarios. Por eso, incorporaron “ejercicios de escritura experimental para pensar, desde ahí, la escritura crítica. En pocas palabras: meterse al agua, pintar, tocar el piano”, resume.

Este año, entre los diversos ejercicios que se hicieron en el Taller, los estudiantes salieron a las calles de Mar del Plata (y de otras ciudades cercanas) para registrar todo lo que ocurre en un punto específico. El resultado fueron decenas de textos que rescatan aquello que muchas veces pasa inadvertido por la percepción automatizada que tenemos de nuestro territorio.

En la sección Cultura, LA CAPITAL publicará una selección de sus “Tentativas de agotar un lugar marplatense”, tal como las titularon en la materia. La primera ya puede leerse haciendo clic acá.

En diálogo con este medio, Moscardi explica por qué escribir literatura es necesario para hacer crítica, homenajea a las docentes que lo precedieron, expone todo lo que puede potenciar una percepción poética de Mar del Plata e invita a cualquier persona interesada en ejercitar la escritura a sumarse a la cursada.


El equipo docente y un grupo de estudiantes del Taller de Oralidad y Escritura, materia de primer año de la carrera de Letras (Facultad de Humanidades, UNMdP). 


De la crítica a la creación, y de la creación a la crítica

En sus inicios, el Taller de Oralidad y Escritura buscaba introducir a los estudiantes de primer año de Letras en la crítica literaria. Para ello, se leían textos poco valorados por el canon, bajo un eje como la literatura policial, la ciencia ficción o la literatura de viajes, y luego se escribían reflexiones a partir de lo leído.

Pero, para Moscardi, lo que distinguía a la materia era “una especie de energía particular que para mí no existió –lo digo como estudiante– en ninguna otra materia” porque, a diferencia de las demás, “cada tanto podías mandarte a escribir un texto literario”.

Desde 2024, al asumir como docente a cargo y con el propósito de continuar y acrecentar esa energía, el Taller pasó a ser “la única materia de toda la carrera en la que los estudiantes disponen de un espacio constante y sostenido para escribir literatura, editar un librito y organizar una lectura en vivo”.

“Hacer todas esas cosas requiere de docentes que posean previamente esa experiencia y esa afinidad con la literatura”, sostiene Moscardi. De hecho, la cátedra está integrada por Flavia Garione, Daniel Nimes, Carlos Fratini, Marina Sztainberg, Camila Pastorini Vaisman, Yael Luján, Julia Wienbaum, Amparo Santos, Camila Spoleti y Martín Devoto, todos ellas personas que, además de ser docentes o investigadores, también escriben, algo que a Moscardi le interesa particularmente.

“En un momento, para mí, ser escritor no tenía nada que ver con ser docente –admite–. Con el tiempo, eso cambió: creo que son dos prácticas solidarias que se solapan. Aunque yo me formé en un sistema en el que esas actividades estaban fuertemente escindidas, casi disociadas. En el Taller, tratamos de volver a unirlas”.

Además, subraya Moscardi, “escribir literatura es un ejercicio necesario para hacer crítica literaria, para leer y pensar la literatura”. Porque, justamente, en el Taller, leen un texto y buscan “imitarlo como se imita un movimiento o un gesto de otra persona, porque ya al imitarlo estás entendiendo cómo funciona. Y si entendés cómo funciona, si entendés el mecanismo, después podés escribir sobre el funcionamiento de tal o cual texto”, explica el docente.


Algunas de las producciones literarias creadas por los estudiantes del Taller de Oralidad y Escritura.


Por más escritores y eventos literarios

Desde las primeras clases, cuenta Moscardi, los estudiantes comenzaron a escribir numerosos textos experimentales a partir de consignas lúdicas y ejercicios de imitación, por lo que decidieron editarlos en libros de formato pequeño y fanzines artesanales creados por los propios jóvenes. Luego, surgió la inquietud de ponerlos en circulación.

Por eso, a modo de cierre de la materia, invitaron a los estudiantes a organizar una exposición, que se realizó el 5 de julio pasado, para compartir las producciones que hicieron durante el cuatrimestre. “La muestra de este año se llenó de gente. Fue un sábado y copamos el aula 17, que es la más grande del complejo”, relata Moscardi.

En cuanto a la organización, aclara que “son los estudiantes los encargados de gestionar todo lo que sucede en la muestra”. Este proceso de armado “completa el arco que proponemos en el Taller: leer y escribir textos literarios, leer y escribir textos críticos, publicar y organizar una presentación para mostrar los resultados de esos procesos compositivos y de aprendizaje”. De esta manera, los alumnos se acercan de primera mano a –exclama Moscardi– “la gestión y el funcionamiento del ¡circuito de la literatura independiente y autogestiva!”.

En ese sentido, destaca que mediante este proyecto también esperan contribuir, en un futuro, a fortalecer la escena editorial local: “Nuestra fantasía es que, con el tiempo, haya más editoriales independientes en Mar del Plata, más escritoras y escritores, más lecturas de poesía y más eventos literarios”.


Libros artesanales con producciones escritas por los estudiantes en el marco del Taller.


Tentativa de agotar un lugar marplatense

Uno de los ejercicios de escritura del Taller consistió en leer, analizar e imitar “Tentativa de agotar un lugar parisino de Georges Perec. De esa propuesta surgieron textos que se publicarán en el suplemento cultural de LA CAPITAL bajo el título de “Postales poéticas de Mar del Plata”.

Explica Moscardi: “En octubre de 1974, Georges Perec se instala durante tres días seguidos en la plaza Saint-Sulpice de París y toma nota de todo lo que ve. Por momentos, parece un poema; por momentos se vuelve prosa. Su escritura tiene distintas velocidades, un ritmo: acelera y desacelera, va rápido y va lento. Pasan autos, colectivos, taxis, niñas y niños, policías, palomas, motociclistas, gente con paraguas. Perec toma nota y cada tanto reflexiona acerca de lo que ve”.


Georges Perec, autor de “Tentativa de agotar un lugar parisino”. 


En las clases del Taller los estudiantes leyeron el texto de Perec, reconocieron sus procedimientos formales y salieron a la calle a hacer la prueba. Cada uno eligió un punto de Mar del Plata –y, en algunos casos, de ciudades cercanas– para hacer exactamente lo mismo que hizo Perec. Así surgieron las setenta “Tentativas de agotar un lugar marplatense'”.

“Pero si veo a un perro haciendo caca, ¿lo puedo poner?” fue una de las dudas de una alumna. “La pregunta es genial porque supone una frontera, una especie de aduana literaria que dictamina qué puede entrar y qué no en un texto”, sostiene Moscardi. En cambio, “la idea de registro de Perec es radicalmente permeable: la consigna es escribir lo que ves, entonces no depende tanto de vos, sino de lo que aparece, del acontecimiento. Y eso es incontrolable. Si aparece un perro haciendo caca, hay que ponerlo”.

Otros modos de mirar la ciudad

A partir de este ejercicio, Mar del Plata se transformó en una “zona de experimento literario”, dice Moscardi, porque en el proyecto mismo de Perec “hay un fuerte anclaje territorial y nuestro territorio es la ciudad”. Aunque el ejercicio parte de la imitación, aclara que “los textos que traen los estudiantes, por el cambio de espacio y época, terminan siendo muy distintos al de Perec y, además, diferentes entre sí”.

Algunos alumnos se sentaron en una peluquería, otros en la banquina de los pescadores o la peatonal; hubo quienes registraron zonas céntricas y turísticas, y quienes eligieron observar puntos más periféricos. Si bien la mayoría vive en Mar del Plata, algunos escribieron sobre sus ciudades, como Miramar, Santa Clara, Tandil y Villa Gesell.

La muestra final dio cuenta de esa diversidad de lugares y miradas. Un enorme mapa de Mar del Plata marcado con chinches dio cuenta de todos los sitios recorridos por los alumnos para crear sus “Tentativas”. Al lado, había una caja con forma de expediente de la que se podía sacar al azar un texto en donde ese punto geográfico aparecía narrado.

Durante las clases, comparte Moscardi, surgieron reflexiones “alucinantes alrededor de la experiencia”, tanto sobre el proceso creativo como sobre la ciudad misma. Porque “se empezó a interrogar nuestro cotidiano –lo que Perec llamaba ‘lo infraordinario’–, hablamos de recorridos de colectivos, de por qué tienen tal color, de lugares inexplorados de la ciudad, de recovecos y rincones, de experiencias personales, de modos de transitar la ciudad y modos de mirar”.

Sobre este último punto, Moscardi señala que apareció un tema clave, que es la existencia de dos tipos de percepciones: “una más bien anestesiada, adormecida por nuestros hábitos perceptivos, y otro tipo de percepción poética capaz de asombrarse por la más mínima alteración de la luz”.

Las “Tentativas…” de los estudiantes despiertan la mirada adormecida no solo de quien escribe, sino también de quien lee. Al proponer una perspectiva extrañada, nos obligan a mirar nuestros propios lugares como si fuera la primera vez, a sacudirnos de la comodidad de lo conocido, a “refregarnos los ojos”, como escribió Girondo, “para arrancar las telarañas que tejen de continuo el hábito y la costumbre”. Como un niño curioso o un turista recién llegado, nos sorprendemos ante la naturaleza, los animales, las personas, objetos, sonidos o rincones de nuestro entorno. Son, en definitiva, una invitación a contagiarnos de la percepción asombrada de un poeta.


Una de las instalaciones literarias que formaron parte de la muestra abierta.


Todo lo que puede contener un lugar

A pesar de esta diversidad, Moscardi advierte una constante y es que “ese puntito de la ciudad, al expandirlo con la escritura, se vuelve enorme”. Esta idea la vincula con la propuesta de Perec de mostrar “cómo en cada lugar diminuto, en cada instante efímero, hay un montón de cosas sucediendo al mismo tiempo que no vemos, cosas a las que nunca les prestamos atención”.

Lo sorprendente, subraya el docente y poeta, es “todo lo que puede haber en cualquier lado, todos los datos históricos, culturales, sociológicos y estéticos que aparecen cuando nos sentamos un par de horas a mirar con atención cualquier lugar de la ciudad”. La peatonal San Martín, por ejemplo, retratada por Sebastián Villalba (leer el texto acá), contiene en un mismo espacio un kiosco de diarios, peluches de carpinchos, souvenires de delfines, un mono de peluche al timón de un puesto de pochoclos, al lado de la imagen del papa Francisco y la solemnidad de la Catedral, frente a la cual desfilan vendedores ambulantes, un rapero, un arbolito cambiando dólares y dos señoras que se quejan de la “gente chirusa”. Cada parte conforma una coreografía urbana en la que conviven lo turístico, lo extranjero y lo local, lo culto y lo popular, lo solemne y lo grotesco. Sin duda, en un espacio y tiempo diminuto, todo un universo heterogéneo que define a la ciudad.



La importancia de acercar lo público al público

Consultado sobre los motivos que lo llevan a divulgar los textos que se producen en el aula universitaria por fuera del circuito académico, mediante su exposición en una muestra abierta y su publicación en este medio, Moscardi responde: “La universidad es pública. Y a la vez accedemos a la literatura –al menos a una parte de ella– porque los textos se publican. Es decir que la universidad pública y la publicación literaria tienen mucho que ver: están construidas sobre una noción semejante. Lo extraño sería pensar exactamente lo opuesto: que lo que sucede en la universidad pública sea para unos pocos entendidos”.

“Nosotros, los integrantes del Taller –agrega–, tenemos experiencia en organizar festivales, presentaciones de libros, lecturas en vivo por fuera de la universidad. Entonces, en un momento, nos dimos cuenta de que esa experiencia también es transmisible en términos docentes, que había que ponerla a jugar en la materia. Sobre todo para modificar nuestra propia metodología de enseñanza, porque en el Taller no se trata de evaluar en términos convencionales sino de poner a prueba los textos, de generar un espacio de pensamiento crítico para la propia escritura. Y para eso necesitás salir de la idea de que existe la propiedad privada en el lenguaje“.

Por último, resalta: “Esto es muy importante: pensar la dimensión pública del lenguaje es pensar y proponer un lugar en donde no solo hay una voz y un lector, el estudiante y el docente, sino muchas voces y muchos lectores alrededor de un mismo texto, pensando al mismo tiempo. Creo que, además, no se trata tanto de ‘salir’ del ámbito universitario como de acercar lo público al público, para que vean lo que hacemos, cómo trabajamos. Eso sucede en las muestras del Taller: llega gente que queda sorprendida por todo lo que ve, lo que escucha, lo que lee, que quizás no tenía ni siquiera una pista de cómo se trabaja en una materia de Letras en la UNMdP en 2025″.


Parte del equipo docente del Taller de Oralidad y Escritura junto a estudiantes.


Dos maestras que dejaron huella

El Taller de Oralidad y Escritura tiene una trayectoria marcada por docentes que imprimieron su sello personal y mantuvieron la puerta abierta a la experimentación literaria.

En sus primeros años, el Taller estuvo a cargo de María Adelia Díaz Rönner (1939-2010), recordada por Matías Moscardi como “una de las mejores docentes que conocí en mi vida”: apasionada, generosa, sin ostentación de saberes y con un aura casi mítica. “Se decía que había pasado su juventud en París –tenía un aire parisino, cada tanto se le escapaba alguna palabra en francés–, que había cursado los últimos seminarios de Roland Barthes, que había estado en las escalinatas de La Sorbona en mayo del 68, que su marido había traducido a Jacques Derrida y fue desaparecido por la última dictadura militar. Pero ella nunca hablaba de sí misma”, dice Moscardi.

En la descripción de su admirada docente puede verse la fascinación por su figura y también la pluma literaria de Moscardi: “Era como mi psicoanalista: hace más de diez años que lo conozco y no sé nada de él, hasta su nombre de pila es un enigma –yo le digo Ricardo pero otros le dicen Horacio y otros lo llaman Hernán ¿no es genial?–. La vida de los demás siempre está llena de estas pinceladas de duda, de suposiciones, rumores y datos difíciles de constatar. Por eso, creo que María Adelia tenía un aura mítica, al menos para nosotros, que en 2002 nos lanzábamos a la carrera de Letras con una incertidumbre absoluta. Además de ser una docente extraordinaria, María Adelia es –lo digo en presente porque sigue siendo– una de las mejores críticas de literatura infantil”.

Tras su fallecimiento, en 2010, el taller pasó a manos de Ana Porrúa, a quien Moscardi define como “una maestra zen neta”, porque, como los verdaderos maestros zen, “trata a sus estudiantes como maestros”.

Moscardi cuenta que el año en que ingresó a Letras, Ana dictó la continuación del Taller de Oralidad y Escritura, centrado en la poesía de los 90 –Porrúa fue una de las primeras críticas de una camada de poetas jóvenes emergentes durante esta década–, y en ese espacio la recuerda como “una persona completamente descontracturada. Pensaba en voz alta, con infinita paciencia. Tenía un look setentoso, ligeramente hippie, que atentaba contra el vestuario ideal que uno se imagina para un ‘docente universitario’. Por el contrario, Ana siempre andaba con pantalones de tela a rayas, holgados, largos, profusos y coloridos collares. ¡Se sentaba cruzada de piernas en el escritorio! También sabíamos cosas de ella: su tesis doctoral sobre Juan Gelman y Leónidas Lamborghini la había dirigido Beatriz Sarlo, por ejemplo”. Y destaca, sobre todo, que “esa materia nos modificó” porque “nos puso a escribir poesía”.

Ese impulso fue decisivo: “Ana hizo algo que nadie hace en la carrera de Letras: leía nuestros poemas y nos hacía devoluciones. La mayor parte de los docentes es reticente en este aspecto. Sobre todo porque puede resultar incómodo, podés herir la susceptibilidad de alguien. Pero Porrúa nos ayudaba a escribir poesía. Después, hicimos juntos una editorial, Dársena3. Ahí sacamos nuestros primeros libros”.

“En mi vida, el Taller no solo formó y forma parte de mi trabajo, sino de mi educación sentimental”, concluye Moscardi, sintetizando así el vínculo con las maestras que lo marcaron y con el espacio que hoy él continúa.


Una invitación a la comunidad

El Taller de Oralidad y Escritura se dicta cada año durante el primer cuatrimestre, por lo que la próxima edición comenzará en marzo de 2026. Si bien es una materia obligatoria de Letras y optativa para otras carreras, sus docentes invitan a quienes tengan ganas de experimentar con la escritura literaria a sumarse, aunque sea como oyentes, “porque –dice Moscardi– ahí también se juega la dimensión pública de la universidad“. Y, mientras se espera la llegada de una nueva cursada, ya puede leerse una selección de las “Tentativas de agotar un lugar marplatense” producidas por los estudiantes en este taller, en la sección Postales poéticas de Mar del Plata, para expandir las miradas sobre nuestro territorio.

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